Un fanfic sobre Robert Pattinson y Bobby Long

miércoles, 24 de noviembre de 2010

14 <-> Va a doler


No tengo perdón, lo se. ¡Podéis tirarme piedras virtuales porque me lo merezco! He tenido como un lapsus mental para escribir, no conseguía inspirarme, así que Lucía, MUCHAS GRACIAS, y que sepas que para el próximo capítulo tengo preparada una sorpresa para ti, por ayudarme ;)
Este capítulo no es muy largo, porque quiero que toda la “acción“ pase en el siguiente. Espero no decepcionaros. ¡Muchos besos!




Rob



-“Así no.“ - me dijo ella mientras colocaba su mano sobre la mía y me guiaba. Nunca se me había dado bien esto de los cuchillos y mi coordinación para usarlos y salir vivo de ello era nula. - “Parece mentira que no sepas pelar una simple patata.“


-“La culpa es tuya. Deberías haberlas comprado en bolsa y listas para freír.“


Detuve la mano en seco y me dio un pequeño cachete en la mejilla. Intenté esquivarlo y al hacerlo el cuchillo cayó estrepitosamente al suelo, y como un milagro, se clavó en el suelo de madera, a escasos centímetros de mi pie. ¿He dicho ya que soy un jodido patoso?


-“Los ingleses no sabéis comer ni siquiera las patatas.“ - contestó agachándose para arrancar el cuchillo y devolviéndomelo, sin darme una tregua, para que siguiera pelando.


-“Y las españolas no sabéis conducir.“ le repliqué, recordándole el enorme rascazo que había en la puerta del conductor. Lola había salido por la mañana a comprar provisiones, y se había llevado mi coche. Lo cierto es que ni siquiera le pregunté si sabía conducir o tenía carnet. Pero cuando volvió todas mis sospechas se disiparon.


No llevaba ni un día aquí y ya se las había apañado para organizar toda mi casa. Una casa que había comprado, en teoría, para escaparme de todo el mundo y relajarme. Pero relajarse era algo imposible con este pequeño demonio sexual revoloteando a mi alrededor. Sentirla entre mis brazos apaciguaba un poco el sentimiento de culpa. Solo un poco; no conseguía quitarme de la cabeza a Bobby. Y se que ella tampoco, pero no íbamos a hablar del tema por ahora. Teníamos una semana por delante para nosotros solos, para conocernos más, no solo en el campo sexual.


-“No deberías decir eso…“ - me dijo frunciendo el ceño y sonrojándose, haciendo que si piel ligeramente bronceada brillara. - “Gracias a mi pericia al volante tenemos algo para comer.“


-“Bueno…“ - comencé a decir mientras dejaba el cuchillo sobre la mesa y colocándome detrás de ella, rodeándola con mis brazos y pasando los labios por su cuello, haciendo que mi aliento le pusiera la piel de gallina. Punto para mí. - “Creo que ayer no nos quedamos sin cena…“ - dejé la frase en el aire mientras mordisqueaba el lóbulo de su oreja, agarrándola con más fuerza cuando comenzó a retorcerse entre mis brazos. - “Ya sabes a que tipo de cena me refiero.“


Soltó una risita y se dio la vuelta lentamente, colocando sus delgados brazos alrededor de mi cuello y mirándome a los ojos. Mi entrepierna estaba volviendo a la vida. Levanté la mano y le quité la goma del pelo, haciendo que su melena ondulada cayera sobre sus hombros. Se puso de puntillas y me dio un pequeño beso en los labios, casi sin rozarlos. Mis manos bajaron hasta su culo, y la elevé lo suficiente para sentarla sobre la encimera. Separó ligeramente las piernas y me coloqué entre ellas, presionando mis caderas contra su pelvis y arrancándole un pequeño gemido en cuanto sintió toda mi dureza. Acerqué mi boca a la suya, dejándola a escasos centímetros y acariciando sus labios con mi lengua, despacio, sin prisas, saboreándola. Lola tiró de mi pelo hacia ella, ansiosa por profundizar el beso, pero no la dejé. Subí mis manos por sus muslos, colándome por debajo del minúsculo pantalón de deporte que llevaba puesto. Levanté la cabeza y la miré de nuevo a los ojos, quedándome así durante unos segundos, agonizándola mientras mis dedos se adentraban más a fondo.


-“No cierres los ojos.“ - le ordené con voz ronca, con la respiración entrecortada. -“Quiero que me mires mientras te toco.“


Sacudió la cabeza y apretó los ojos con fuerza en cuanto mi dedo índice rozó su entrada. Gimió mi nombre y bajó su mano hasta la cremallera de mi pantalón. Me estaba volviendo loco. Comencé a notar el sudor que se formaba en mi espalda, teniendo la inmediata necesidad de desnudarme. Incliné la cabeza para lamer su cuello y su mandíbula, levantando su cabeza ligeramente con mi frente. Por fin abrió los ojos, clavándolos en los míos. En ese momento introduje otro dedo en ella, deleitándome con su calidez y su humedad. Dios, quería sentirlo con mi boca.


-“¿Co… cómo lo haces?“ - me preguntó con el aliento entrecortado, mirándome a través de sus pestañas.


-“¿Qué quieres decir?“


-“Tus ojos… la manera que tienes de mirarme… es como si…“ - aceleré el ritmo de mis dedos, entrando y saliendo más rápido. Porque me encantaba su voz cuando estaba excitada, y eso me ponía mucho más cachondo.


-“Sigue hablando“ - le rogué mientras acercaba mi nariz a la suya, para darle un pequeño mordisco en su labio inferior.


-“Y tu boca… tu boca hace maravillas…“


-“¿Sí? ¿Qué más?“ - le pregunté mientras le quitaba el pantalón y me bajaba los míos. Menos mal que solía ir en comando.


-“Tus manos… esos dedos largos, me encanta cuando los siento dentro de mí.“


Toda la testosterona de mi cuerpo invadió mis sentidos al escucharla. Agarré su culo y la arrimé hasta el borde de la encimera, enterrándome en su interior con facilidad. No pude evitar soltar un gran gemido al sentirla tan tensa a mi alrededor, metiendo mi lengua en su boca con ferocidad. La mente me daba vueltas mientras entraba y salía de ella, a una velocidad que ni yo mismo conocía. Era como si llevara siglos sin tirarme a nadie. Deslicé mi mano hacia abajo, colocándola entre los dos para acariciarla, porque sabía que no iba a durar mucho más. Era como un jodido adolescente salido y virgen. No podía controlarme. Con unas pocas embestidas más, el clímax llegó, y me retiré antes de correrme dentro de ella, desparramándome en su pierna.


Necesitamos unos pocos minutos para recuperarnos. Como pude alcancé una servilleta y se la di para que se limpiara.


-“Lo siento señorita, eso no es propio de mi.“ - bromeé mientras terminaba de limpiarse y arrugaba la servilleta en su puño, lanzándomela al pecho.


-“No, tú tienes tus puntos preferidos para hacerlo.“


La ayudé a bajarse de la encimera mientras seguía riéndome por lo bajo. Se volvió a poner la ropa y se arregló el pelo, volviendo a ponerse la coleta de nuevo.


-“Creo que esas patatas fritas me van a venir muy bien.“





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Bobby



Llevaba un día y medio sin encender la luz. No quería verme, no quería ver nada de esa casa. Tenía pánico a encontrarme algo suyo, y daba igual, porque todo me recordaba a ella. Dejé la guitarra a mi lado en el sofá y me incliné sobre la mesa para coger la quinta cerveza de la noche. Mi amiga Heineken nunca me defraudaba, cumplía a la perfección su papel; emborracharme y olvidarme de todo. Pero esta vez me había fallado. Cuando más bebía, más crecía la rabia en mí, recordando una y otra vez las últimas palabras que le había dicho.


“La distancia es el comienzo del olvido.“


Sonaba como un gilipollas y era un gilipollas. Eso me pasa por leer tantos libros de poesía y mierdas derivadas. ¿Cómo no pude darme cuenta antes? Todas, y cuando digo todas no exagero, las tías que vienen a mis conciertos es por una sola razón; el jodido Robert Pattinson y sus películas de mierda. Me sentía un poco bipolar con este asunto; por un lado, toda mi pequeña fama y éxito se lo debía a él. Si no llega a proponer a los productores de Summit incluir mi canción en la banda sonora, ahora mismo seguiría dando pequeños conciertos en Londres, sin pasta para grabar ni siquiera una maqueta. Pero por otro lado, sabía de sobra que cualquier tía que se me acercara era con la intención de subir peldaños en la escala del “Brit-Pack“. Empezaban por mí, con la esperanza de llegar al primer premio. A Marcus le pasaba lo mismo, pero a él parecía no importarle, sólo disfrutaba con ello. Sam lo encontraba divertido. Tom sacaba el máximo provecho. Cabrones, eso es porque Robert no ha entrado por la puerta grande en vuestras vidas sentimentales. Me pregunto que pensarían si lo supieran.


Quizás debería…


No. Es pronto para eso.


Pero son tus amigos. Para eso están los amigos, ¿no?


Ahora, además de gilipollas, me daba vergüenza contárselo a alguien. Me bebí lo que quedaba en la botella, y la tiré al suelo, dándole una pequeña patada para que rodara hasta llegar debajo de la estantería. Ya recogería algún día. Volví a coger la guitarra y rasgué suavemente las cuerdas, sintiéndome de repente inspirado.


I'm afraid to die

I'm nearly old

I'm almost young

Or so I'm told


Me concentré en la letra que se estaba formando en mi cabeza. Saqué la pequeña libreta que siempre llevaba conmigo, y escribí la letra.


You say time is a healer

Faith is death

Or left to die

I won't put my strain on another

Broken shame

And so I'll lie


I'm left to lie

I floated down

Like a long lost dream

As my savior flew

From his stitched up seams



Una lágrima recorrió mi mejilla. Joder, gilipollas y llorica. No pude evitar pensar que estaría haciendo Lola en este momento. Quizás ya estaría en España, destrozada sin poder para de llorar. Deseaba que así fuera, es lo menos que podía hacer después de haberse tirado a uno de mis mejores amigos. Se llama arrepentimiento.


¿Y si no está arrepentida?


Joder…


Volví a coger otra cerveza. Necesitaba beberme una mientras esa idea navegaba por mi mente. De repente sentí la necesidad de mirar el móvil, sólo para ver si ella me había llamado o mandado algún mensaje. O para ver si Rob se había dignado en pedirme perdón o lo que sea que se hace en estas situaciones. Pero sabía que si veía algo de eso, me tiraría el río sin pensármelo.


Me sentía solo. Muy solo. Y la pena que apretaba mi pecho no me dejaba respirar. Con cada bocanada de aire que tomaba, la punzada en las costillas me recordaba que ella no estaba aquí conmigo, acurrucada a mi lado en el sofá mientras yo tocaba la guitarra y comíamos comida basura hasta quedar reventados. Si ella siguiera aquí, ahora mismo estaría acariciando mi pelo, contándome que tal le había ido en el pub. Nos besaríamos y nos iríamos a la cama, abrazándonos mientras mordisqueaba su hombro antes de quedarme dormido.


Pero ella no estaba aquí, y tampoco iba a volver.


Me levanté furioso y fui hasta mi habitación. Cogí la foto que había en mi mesilla de noche, y la tiré contra la pared, haciendo añicos el cristal del marco. La recogí del suelo, y la rasgué en mil pedazos, tirándolos luego por la ventana.


Rompí a llorar.


Me había destrozado.




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El llanto hizo que en algún momento me quedase dormido, porque el sonido de timbre me sacó del trance. Salté de la cama y corrí hasta la puerta.


-“¿Quién es?“


-“Soy Tom.“


Genial. Lo que menos me apetecía ahora mismo era escuchar a Tom relatarme su última juerga sexual. No estaba de humor para eso. Realmente no estaba de humor para nada.


-“Oye Stu estoy muy liado ahora mismo y…“ - comencé a decirle a través de la puerta, pero Tom me cortó de inmediato.


-“Traigo whisky.“


Me callé. Esa era la clave para decirme que sabía lo que había pasado. Cuando alguno de nosotros estaba pasando por una mala racha, nos presentábamos en su casa con una botella de whisky. O incluso dos. Charlábamos, nos emborrachábamos y el santo de Jack Daniels hacía el resto.


Abrí la puerta y Tom me saludó con la botella en la mano, intentado esbozar una sonrisa. Entró y mientras pasaba por mi lado me dio un par de palmadas en el hombro.


Nos quedamos en silencio durante unos minutos, los dos de pie sin saber muy bien que decir. Tom fue a la cocina, cogió dos vasos, los llenó de de hielo y volvió al salón, dándome uno y llenándolo casi hasta arriba de licor.


-“¿Cómo te has enterado?“ - le pregunté sin mirarlo, clavando los ojos en mi vaso mientras lo movía para hacer girar los hielos.


-“Rob me ha llamado y-“


-“Joder…“ - dije suspirando sin dejar que terminara. Dejé el vaso en el suelo y escondí la cara entre mis manos, intentando que las lágrimas no salieran de mis ojos.


-“Escucha, creo que deberías salir de aquí. Cuanto más tiempo te pases en esta casa, más te vas a rayar.“


-“Stu, voy a rayarme en cualquier sitio. Se trata de que mi novia se ha estado follando a Rob. Créeme, no se me va a ir de la cabeza solo porque me vaya de fiesta.“


-“Como quieras…“


-“¿Qué te ha dicho?“ - le pregunté casi sin darme cuenta, levantando la cabeza de golpe para mirarlo. ¿Desde cuando Stu era una persona con la que poder hablar? Nunca dejaría de sorprenderme…


-“Uhm… Erhmm…“ - Tom se rascaba la cabeza mientras se pensaba lo que iba a decirme. El estúpido filtro mental que todos tenemos cuando nos piden una respuesta franca, pero no sabemos si será peor.


-“Dímelo.“


-“Va a doler…“ - me dijo haciendo una mueca y dándole otro sorbo a su vaso. Cogí aire y lo solté despacio, tratando calmar el nudo en el estómago que tenía.


-“Suéltalo. Ya.“


-“Está con ella.“


-“¿Ahora?“ - pregunté con la voz rota. Tom asintió despacio mientras seguía bebiendo.


Dolió. Mucho.


Suspiré y me bebí el resto del whisky de golpe bajo la atenta mirada de Stu. No necesitaba saber más porque ya sabía más de lo que quería. Estaban juntos. Ahora mismo. Tenía que salir de aquí, irme de copas toda la jodida noche hasta perder el conocimiento.


They say I would be better
Far from here
Left alone
But now my luck's even cheaper
I'm played out by the traffic drones
I'm still alone
Nowhere to go


-“Llama a Marcus. Nos vamos.“


viernes, 4 de junio de 2010

14 <-> Oficialmente


¡Muchas gracias por leer! Y gracias especiales, como siempre, a Lu por iluminarme con la canción.



Led Zeppelin <-> Babe I'm gonna leave you








En el momento en que levanté la cabeza de la barra, y mis ojos vieron a Bobby, ya no pude despegarlos de ahí. Mi mente se había quedado bloqueada, mientras la vista de Bobby bailaba entre Stella y yo. Stella me miraba con los ojos muy abiertos y los labios fruncidos.


-“¿Qué pasa?“ - preguntó Bobby ligeramente mosqueado al ver nuestra reacción. Era obvio que algo pasaba, ni siquiera al más tonto de los tontos se le hubiera escapado. Yo seguía con la vista clavada en él cuando la de Bobby se desvió hacia la revista que Stella tenía bajo las palmas de sus manos. Ese momento lo viví a cámara lenta. A cámara muy lenta, como si desease poder darle al stop en algún momento y poder rebobinar y borrar. -“¿Qué estáis leyendo?“


Bobby dio un paso hacia adelante e inclinó la cabeza hacia Stella, con la vista clavada en la revista y con esa sonrisa que sale sola cuando sabes que algo está pasando a tu alrededor y tú eres el único que no se entera de nada. Stella seguía mirándome, con las manos pegadas a la revista como si le fuese la vida en ello.


-“¡Nada!“ - contestó con una gran sonrisa fingida, mientras sus ojos seguían fijos en mí, inquisidores y casi tan llenos de pánico como los míos.


-“¿Es ese Rob?“ - preguntó Bobby con el ceño fruncido. En cuanto escuché esas palabras salir de su boca, mi mente reaccionó con rapidez. Miré a Stella, pidiéndole en silencio que saliera de ahí pitando y se llevara esa revista con ella, que la quemara y que ya hablaríamos.


-“¿Rob? ¿Qué Rob?“ - preguntó Stella con las manos todavía pegadas a la revista. Bobby la miró extrañado y se rió entre dientes.


-“¿Ya estás borracha, Stell? En esa revista que tienes ahí…“ - Bobby acercó más la cara a la revista, haciendo gala de su escasa miopía. -“¿Qué coño….?“ - Bobby cogió la revista pero las manos de Stella se lo seguía impidiendo. El pequeño forcejeo que estaba teniendo lugar frente a mí hubiese sido gracioso en otro momento. Pero la situación era lo suficientemente delicada como para hacer que me desmayara. Mi corazón iba a mil, y un sudor frío comenzó a subir por mi espalda, dejándome la piel de gallina, ante lo inminente.


-“¿Qué coño hace Rob en mi apartamento?“


Cerré los ojos con fuerza, reprimiendo las lágrimas. Era un hecho que tarde o temprano esto tendría que pasar. Cuando juegas con fuego, siempre te acabas quemando. Tragué saliva como pude mientras toda la sangre de mi cuerpo se estancaba en mi cerebro, mientras me imaginaba una señal de peligro y una sirena sonando y retumbando en mi cabeza.


Huye, Lola. Huye


Los enanos cabrones de mi cabeza hacían acto de presencia después de un largo letargo. Abrí los ojos y observé con detenimiento como Bobby ojeaba la revista, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada con fuerza. Por dios, podría romperse las muelas si seguía así. Miré a Stella y ella me miró también, con el rostro desencajado por la tensión. Soltó todo el aire de golpe y se giró hacia Bobby con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Qué coño estaba tramando?


-“Vaya Bobby, nos has pillado.“ - soltó de repente, encogiéndose de hombros mientras Bobby levantaba la cabeza de la revista. - “Así es. Teníamos preparada una sorpresa para ti, pero estos…“ - le arrancó la revista de las manos, agitándola en el aire y fingiendo un enorme enfado. -“… jodidos paparazzis nos la han jodido.“


Bobby me miró con una ceja enarcada. Me encogí de hombros e intenté articular palabra, pero fui incapaz.


-“Pero si no sabíais que venía hoy. Llegaba en tres días.“ - dijo Bobby, totalmente confuso, mirándome de reojo, con los ojos más oscuros de lo normal y con la vena de su frente a punto de explotar. -“¿Lola?“


Me sentí como cuando estás en clase y el profesor te pregunta por los deberes, y tú no los has hecho y tienes que pensar rápidamente en una excusa creíble, mientras los ojos del resto de tus compañeros se clavan en ti. Sentía como el pulso palpitaba casi dolorosamente en mis sienes.


-“Yo… uhmmm….“ - balbuceé como un niño, incapaz de pensar con coherencia. Bajé la mirada, incapaz de mirarlo y aguanté todo el aire. -“ …no me dijiste nada.“


-“Porqué quería darte una sorpresa.“ - contestó entre dientes, apretando los puños mientras daba un paso hacia atrás. Mi pecho estaba a punto de explotar y las lágrimas me abrasaban los ojos. - “Pero ya veo que el sorprendido aquí soy yo.“


-“Bobby, no te pongas melodramático.“ - comenzó a decir Stella bajándose del taburete y metiéndose detrás de la barra, pasándome un brazo por los hombros. -“Además, la idea de la fiesta sorpresa no fue de Lola. No lo pagues con ella.“


-“Stella…“ - dijo Bobby alzando la voz y deteniéndose de golpe.“


-“¿SÍ?“


-“Cállate la puta boca.“ - contestó Bobby, con la rabia claramente audible en su tono, y clavándose en mi pecho como pequeñas agujas afiladas. Sentí como el brazo de Stella se tensaba sobre mis hombros. - “Lola, te veo en casa. Tenemos que hablar.“


Intenté asentir con la cabeza pero fui incapaz. Observé como se daba la vuelta, se ponía sus gafas de sol y salía por la puerta. De repente, el tintineo de las campanitas que colgaban encima de la puerta, se convirtieron en el sonido mas odioso del mundo. Jamie salió enseguida del almacén, alarmado por el tono de voz de Bobby, aunque juraría que estuvo poniendo la oreja todo el rato. Stella me sujetó firmemente y me guió hasta una de las mesitas próximas a la barra, mientras Jamie separaba una silla para que me sentara. En cuanto mi trasero tocó la madera de la silla, me desmoroné. Toda la tensión acumulada salió de mi cuerpo en forma de lagrimones y sollozos incontrolados. Jamie y Stella me veían con cara de pena, sentados enfrente de mí. Sentí como Stella cogía mi mano izquierda y Jamie mi mano derecha, dándome ánimos en silencio para que les contara qué coño estaba pasando. Me insulté y me di un par de bofetadas mentales, solté todo el aire de golpe y se lo conté. A los dos. Previo juramento de que no se lo contarían nadie, y sabiendo la incapacidad que tenían ambos de mantener la boca cerrada, era todo un desafío.


Aunque ahora mismo sus bocas estaban tan abiertas que podría pasar la línea de Victoria Station sin rozarles los labios.


-“¡Eres una zorra!“ - soltó Jamie una vez que su cerebro pudo reaccionar. Lo miré a través de las lágrimas. -“!Estás acaparando a los culos más preciosos de esta ciudad!“


-“A ver, a ver, a ver…“ - dijo Stella, encendiéndose dos cigarros a la vez y pasándole uno a Jamie, o mejor dicho, colocándoselo directamente en la boca. -“Esto no va de sobar culos perfectos, Jamie. Se trata de que Lola ha estado follándose a Robert sin ningún remordimiento.“


-“Si que tengo remordimientos.“ - contesté en mi defensa. Vale, era una zorra y una guarra y todo lo que la gente me llamase, pero también era humana. Joder, no soy la hija de Satán en persona.


-“Cariño, los remordimientos vienen después. No cuando Robert tiene su pene metido en su vagina.“


Gracias Jamie.


-“O cuando está metido en su boca.“ - contestó Stella, haciendo que Jamie diera un bote en la silla, totalmente excitado ante la idea de que esa boca no fuera la mía, si no la suya.


-“¿Existen más agujeros?“


Vaya si existen.


-“¡Basta ya!“ - les grité, impidiendo que siguieran su charla acerca de mis agujeros visitados o no por Robert. -“¿Podemos volver al tema principal? O sea, que Bobby se acaba de enterar de la manera más cruel de que le he sido infiel. ¿Por favor?“


-“Deberías ir a casa ahora, y hablar con él.“ - me dijo Stella, apagando su cigarro y poniéndose de pie.


-“¿Es que no vas a decirme nada más?“


-“No me gusta dar falsos consejos. Podría decirte que eres una zorra, y te mentiría. Podría decirte que has hecho bien, y también mentiría.“ - me contestó encogiéndose de hombros. -“No soy la más indicada para hablar en estos casos.“


Suspiré y asentí con la cabeza, recordando la charla que había tenido con Tom, sobre su relación con ella. Supuse que ella, en mi caso, era Bobby, y yo era Tom. Y Robert la rubia oxigenada calienta braguetas. La Barbie Patty.


Media hora después, y con el beneplácito de Jamie, salí del pub y me dirigí andando hasta nuestro apartamento. Caminé lentamente, dándome tiempo a mí misma para organizarme mentalmente, e intentado asimilar que nuestra relación estaba a punto de terminarse. Mi móvil vibró en mi bolso y a pesar de que no tenía ganas de hablar, lo abrí. Un mensaje en el contestador. Mierda.


“Hola, Lola. Soy Rob. Quizás no sea buen momento, pero necesito hablar contigo. No quiero presionarte así que llámame cuando puedas, o quieras. No estoy en la ciudad ahora mismo, pero sigo en Inglaterra. Bueno, nos vemos.“


Escuché el mensaje unas cinco veces antes de llegar a casa. Su voz, rota por el cansancio y seguramente por el whisky, me llenó las venas de electricidad, a pesar de estar a punto de vivir una ruptura que realmente no quería.


Llegué a casa y antes de abrir la puerta con mis llaves, Bobby la abrió, con la cara todavía desencajada y los ojos ligeramente hinchados.


-“Ho… hola.“ - dije tímidamente, incapaz de entrar en casa sin su permiso. Ya me sentía una extraña para él.


-“He oído el ascensor y supuse que serías tú. Pasa.“


Entré en el piso y me quedé de pie junto al marco de la puerta del baño, que estaba justo a la entrada. Una parte de mí me decía que lo abrazara, que siguiera con la mentira. Pero otra parte me gritaba para que no lo hiciera. Debía decirle la verdad, y parar esto. Se lo merecía.


-“Necesito saberlo, Lo.“ - Escueto y conciso. Asentí lentamente mientras sentía que mis pulmones se cerraban sin dejar pasar el aire. -“¿Desde cuando?“


-“No lo se.“ - le contesté con un hilo de voz.


-“Te he dicho que necesito saberlo. Esa respuesta no me aclara nada.“


-“Bobby, yo…“ - comencé a decir y como si fuese un imán, me abalancé sobre él. Necesitaba sentirlo en mis brazos, oler su colonia por última vez. Pero Bobby dio un par de pasos hacia atrás, rechazándome por completo.


-“Contéstame.“


-“Un mes. Quizás menos.“ - le respondí agachando la cabeza, observando como las lágrimas caían por mis mejillas hasta llegar al suelo.


-“¿En tu cumpleaños?“


-“Ahí… ahí empezó.“


Escuché como Bobby cogía aire con furia y lo soltaba lentamente. Dio un par de vueltas sobre si mismo, con las manos sobre su cabeza y se dirigió al sofá del salón. Se dio la vuelta y en ese momento levanté la cabeza, y me miró a los ojos, señalando el sofá.


-“¿Aquí?“ - Asentí lentamente mientras recordaba la primera vez que Robert y yo nos acostamos. Todo comenzó en ese sofá. Bobby hizo una mueca y asintió de manera cínica. - “¿Mi cama? ¿Nuestra cama?“


-“¡No! No… no podría. Ahí no.“


-“¿Ahí no? ¿Debería llamar a Robert y darle las gracias por haberse follado a mi novia en el sofá y no en mi jodida cama?“


Elevó tanto el tono de voz que no pude evitar cerrar los ojos. Tenía todo el derecho del mundo de gritar, de patalear, de gritarme. ¿Qué más podía decir? Sabía que una disculpa no sería suficiente. Nunca lo es en estos casos. Tampoco sirven las excusas. Nadie tiene excusa cuando engaña a su pareja. Puede que no sea intencionado, pero nadie te pone una pistola en la cabeza y te obliga.


-“Bobby, quisiera poder darte una explicación, per-““


-“No quiero seguir hablando.“ - me dijo cortante, dirigiéndose hacia el marco de la puerta de nuestra habitación. -“Lo mejor es que recojas tus cosas.“


No aguanté más. Todo el llanto que llevaba reprimiendo salió a borbotones por mis ojos. El apartamento, silencioso y tenso, se llenó con mis sollozos.


-“Tienes que saber que te quiero.“ - las palabras salieron de mi boca sin pensarlas. Maldito filtro mental.


-“No, Lola. Tú no me quieres.“ - me dijo con una media sonrisa de tristeza mientras negaba con la cabeza.


-“¡Sí! No me digas lo que siento o dejo de sentir.“


-“Tú.No.Me.Quieres.“ - me dijo lentamente, haciendo énfasis en el “tú“. -“Yo soy el tonto que siente algo en esta relación. El tonto que se va de gira, tocando noche tras noche en antros de mierda, sin poder dejar de pensar que estarás haciendo en cada momento, si estarás bien, si estarás triste. Llamándote por teléfono cada vez que tenía un respiro solo para escuchar tu voz. Dios, soy un gilipollas.“


-“No digas eso. La única gilipollas aquí soy yo.“


-“Sí, en eso estamos de acuerdo.“ - dijo con los dientes apretados. - “Joder, no puedo ni mirarte a la cara.“


-“Lo entiendo.“


-“¡No! Tú no entiendes una mierda. Se que tú novio te lo hizo pasar mal, pero eso no significa que ahora tengas que hacer tú lo mismo por venganza.“


-“¿Crees que he hecho eso por venganza?“ - le pregunté atónita, caminando hacia la ventana del salón, donde estaba Bobby con las manos apoyadas en el cristal y la mirada perdida.


-“No lo se.“ - dijo ahora más calmado, con un profundo suspiro que hizo que mi cuerpo se estremeciera. -“Solo quiero saber porqué.“


Me senté en el borde de la ventana, la misma ventana donde Robert y yo lo habíamos hecho por primera vez. Sin remordimientos. ¿Tenía realmente una razón para justificar mi infidelidad? No podía explicarle a Bobby la intensa atracción que sentía por Rob, cómo lo deseaba desde hacía tanto tiempo. No podía decirle que la manera en que Robert me hacía sentir era totalmente diferente, más poderosa. Ya le había roto el corazón, no tenía porque pulverizárselo.


-“Supongo que… me dejé llevar.“ - levanté la cabeza y entonces, mi corazón se cayó al suelo. Dos lágrimas caían por sus mejillas, mientras seguía con la mirada perdida en la calle. Arrugó la nariz. Siempre lo hacía cuando se sentía mal por algo, cuando estaba enfadado y no quería que yo me diese cuenta. Quise agarrar su mano y pedirle que me perdonara, aunque sabía que eso no iba a pasar. No tenía perdón, ni lo tendría nunca. Asintió con la cabeza y se frotó la cara, secándose las lágrimas que seguían cayendo de sus ojos. -“Voy a recoger mis cosas.“


Me levanté y me dirigí a la habitación mientras Bobby se quedó junto a la ventana. Necesitaba su momento a solas para intentar asimilarlo todo. Entré en la habitación y saqué mi maleta de debajo de la cama, metiendo en ella mi ropa y las pocas cosas personales que me había traído a Londres; libros, algún cd y poco más. En mi mesilla de noche había un pequeño marco granate con la primera foto que nos hicimos Bobby y yo cuando empezamos a salir. La cogí y la apreté contra mi pecho.


-“No te la lleves.“ - Bobby estaba en la puerta, con las manos en los bolsillos, mirándome fijamente. Se acercó a mi, lentamente, y se quedó detrás de mí. Podía olerlo, mientras su aliento chocaba contra mi nuca. Se me puso la piel de gallina. Tuve que reprimirme como nunca para no darme la vuelta y abrazarlo por la cintura y descansar mi cabeza sobre su pecho. Pero sabía que me rechazaría y no podría soportarlo. Noté como su brazo rodeaba mi cintura y agarraba el marco de fotos, lo solté y me di la vuelta, observando como Bobby clavaba la mirada en la foto, y una pequeña sonrisa forzada se dibujaba en su cara. -“Me acuerdo de este día, en Hyde Park. Yo me llevé la guitarra y tú hiciste un termo de té frío. Estabas muy guapa.“


-“Lo siento. Lo siento. Lo siento tanto.“ - dije mientras el llanto volvía a aparecer. Necesitaba que me abrazara fuerte, sentirlo por última vez. Pero Bobby se dio media vuelta, todavía con el marco en las manos y salió de nuevo al salón. Seguí recogiendo mis cosas y me dispuse a irme, a abandonar esa casa para no volver más.


-“Necesito tiempo para pensar. Ahora mismo no puedo hacerlo.“ - me dijo Bobby mientras abría la puerta de la calle, haciendo que me detuviera de golpe, con la mano todavía en el pomo.


-“Lo que quieras.“


-“¿Dónde vas a ir?“


-“Volveré a Madrid.“ - le contesté. Lo cierto es que no había pensado en eso. Él asintió con la cabeza.


-“Está bien.“ - respondió escueto. -“La distancia es el comienzo del olvido.“



Diez minutos más tarde estaba caminando hacia el metro con destino al aeropuerto. Seguramente él ya me estaría olvidando. Me lo merecía.




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El sol se empezó a poner mientras caminaba hacia la estación de metro. Es una pena que Londres se conozca por su mal tiempo y su casi diaria niebla, cuando tiene uno de los atardeceres más bonitos que he visto. Es increíble la luz que refleja el sol a estas horas, como todo se vuelve de un tono anaranjado e incluso cambia el humor de los londinenses. Es la hora en que la gente sale de sus trabajos, cuando se cierran las tiendas, y todos salen a tomar una cerveza a los pubs. La circulación es menos densa y solo se escucha el murmullo de la gente, de los tacones sobre la acera, de los pájaros en los parques. Supongo que para apreciar todo esto, debes vivir aquí.


Caminé despacio, quería recrearme en el paisaje y el olor por última vez. Tiraba de la maleta con la poca fuerza que me quedaba después de haber llorado tanto. Llegué a la estación de metro y me subí rápidamente a la línea que llevaba directamente a Heathrow. No tenía billete, ni sabía a que hora saldría el primer vuelvo a Madrid, pero no podía seguir en esa ciudad más tiempo. Llevaba la letra escarlata cosida al pecho y sentía que todo el mundo lo sabía. Comprobé mi móvil; un mensaje de Stella y otro de Jamie. Pero los ignoré, no me apetecía contestarles para decirles algo que ya deberían saber.


Llegué al aeropuerto cuarenta minutos después, y me senté en uno de los bancos, observando el panel de llegadas y salidas. El siguiente vuelo a Madrid salía a las 7 de la mañana. Genial, dormiría allí mismo. Cualquier cosa con tal de no volver a la ciudad. Me acerqué a una maquina expendedora y me compré un refresco y un sandwich. Asqueroso. Hasta la comida me sabía mal. Envolví la mitad, lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta y me acerqué al stand de la compañía de aviones que viajaba a España, para comprar un billete.


Gracias al cielo que todavía había. Aunque tuve que pagar el doble por el.


Ya eran las 8 de la tarde cuando mi móvil sonó. Ni siquiera me fijé en quien me llamaba. Abrí la tapa y respondí.


-“¿Díga?“


-“Lola…“


Era inevitable. Era totalmente lógico. Era comprensible.


Era Rob.


Y casi podría jurar que había estado llorando.


-“Hola…“ - le contesté con su mismo tono de voz. Agotada y desgarrada.


-“Supongo que no habrás escuchado mi mensaje…“


-“Sí, lo hice.“ - le contesté rápidamente. Un silencio incómodo se estableció entre los dos, corto pero intenso, hasta que me decidí a seguir hablando. - “Pero he estado… ocupada.“ - le conté mientras reprimía el llanto… otra vez.


-“¿Qué ha pasado?“ - me preguntó en seguida, seguramente alarmado por mi voz nasal y mi incapacidad para fingir que todo iba bien.


-“Bobby… me ha dejado. Ha visto tus fotos entrando en su apartamento. Y… me ha dejado.“


-“¿Dónde estás?“ - me preguntó de repente. Fruncí el ceño confundida. ¿Es que no iba a preguntar qué hacía Bobby mirando unas fotos suyas en una revista? ¿Tan acostumbrado estaba a ello?


-“En el aeropuerto.“


-“¿Qué coño haces en el aeropuerto?


-“Vuelvo a Madrid.“


-“Oh joder, Lo. No hagas eso.“


-“¿Qué? Claro que lo voy a hacer. Me piro.“


-“Sal de ahí. Ahora mismo. Sal del aeropuerto.“


-“¡No! Tengo el billete en la mano. Me voy… en media hora.“


-“Mientes fatal, Lo, y lo sabes.“


-“Umpff…“


-“Escucha, cambia ese jodido billete y compra otro para Manchester.“


-“¡¿Qué?!“ - grité tan alto que la chica que estaba sentada a mi lado levantó la vista del libro que estaba leyendo para mirarme. Casi me ahogo cuando de reojo, vi la tapa de su libro. Amanecer. Por un momento me pregunté cual sería su reacción si le dijera con quién estaba hablando por teléfono. Seguramente me daría todo su dinero a cambio de dejarle saludar.


-“Que cambies ese jodido billete y vengas a Manchester.“ - repitió más despacio después de soltar una pequeña carcajada.


-“¿Qué haces en Manchester? Bueno, eso me da igual. No creo que sea buena idea.“


-“Por favor.“ - ese simple ruego, con una voz tan seria, fue suficiente. Necesitaba verme tanto como yo a él, aunque mi fuero interno me dijera lo contrario. -“Te esperaré con el coche allí. Luego nos iremos lejos, y podremos hablar.“


Colgué el teléfono y rápidamente volví al stand a cambiar mi billete. La azafata me miró extrañada, pero no iba a contarle que la razón de tanto jaleo tenía nombre y apellidos, y la cara más perfecta del mundo. Corrí con mi maleta hasta el stand de British Airways y compré un billete para el siguiente vuelo a Manchester. Salía en media hora. Por suerte todavía pude facturar. Le mandé un mensaje a Rob con la hora de la llegada y embarqué, con el corazón a mil y sin pensar en si esto estaba bien o mal. Solo necesitaba hablar con alguien. Aunque seguramente ese alguien no era el más indicado.



Una hora más tarde llegaba al aeropuerto de Manchester, y como era de esperar, la ciudad me recibió con una noche oscura y lluvia más propia del invierno que del verano. Volví a encender el móvil y recibí un mensaje de Robert:


“Sal hacia el segundo aparcamiento. Busca un Golf rojo. Desnúdate y entra.“


No pude evitar sonreír. Un poco. Metí el móvil en el bolsillo de mi chaqueta y me dispuse a buscar el maldito Golf rojo. Entre la oscuridad y la lluvia me llevó más de veinte minutos dar con él. Un par de luces intermitentes me saludaron, indicándome que aquel era Rob. Corrí entre el resto de coches y vi a Rob dentro, en el asiento del conductor, señalándome con la mano el maletero. Guardé la maleta y entré.


-“No estás desnuda.“ - me dijo en cuanto cerré la puerta. Llevaba su habitual gorro de lana y unas gafas de sol. La chaqueta cerrada hasta casi la boca y estaba fumando. Se bajó las gafas y me guiñó el ojo, poniendo su sonrisa torcida. Adios, bragas.


-“¿De verdad has conducido tú solo hasta aquí con esas gafas puestas?“


-“No, señorita. El chófer que llevo normalmente se acaba de ir. Quería impresionarte.“


Arrancó el motor y salimos del aparcamiento. Decir que estaba totalmente embelesada, observándolo por el rabillo del ojo mientras conducía, era quedarme corta. Verlo así, tan concentrado en la carretera, serio, con su mano sobre el cambio de marchas, era lo más sexy que había visto desde… Oh, dios. Eso me recordaba a…


-“¿En qué piensas?“ - me preguntó Rob mientras salíamos de la autopista. Redujo la velocidad y puso su mano en mi rodilla. Mi cuerpo se estremeció al volver a sentir su contacto. Intenté concentrarme en los paneles y señales que iban pasando por mi ventanilla, pero era imposible con aquella mano de dedos perfectos sobre mi pierna. Con su pulgar frotó lentamente la tela de mi vaquero, haciendo que mi temperatura se elevara.


-“En qué no sabía que realmente podías conducir.“ - le contesté girando la cabeza para mirarlo. Sonrió de nuevo, enseñando aquella perfecta hilera de dientes que parecía que brillaban en la oscuridad del coche.


-“Guárdame el secreto; no tengo carnet.“ - me dijo mirándome por un segundo, todavía sonriente. Me lo tomé como una broma. Supongo.


Unos minutos más tarde, Robert aparcó el coche a los pies de una pequeña casa de piedra de dos plantas. Me bajé con la boca abierta, mientras Robert sacaba mi maleta y me ofrecía su mano, mientras caminábamos hasta la puerta roja de madera. No sabía dónde estábamos, ni de quién era esta casa. Pero era algo que no me importaba en esos momentos. Me acordé de la chica del aeropuerto y sonreí. Y en cuanto entramos en la casa y Robert encendió la luz, sus brazos rodearon mi cintura y me besó ese punto donde el cuello se une a la oreja, dejándome la piel de gallina.


-“Te he echado de menos. Me estaba volviendo loco.“


-“¿De quién es esta casa.“ - le pregunté echando la cabeza hacia atrás, y rozando mi nariz con su cuello. Levanté un brazo y le quité el gorro de lana. Robert me abrazó con más fuerza, caminando conmigo hacia el sillón que había en la sala de la entrada.


-“¿Qué te parece si dejamos las preguntas para más tarde?“ - me preguntó mientras me giraba lentamente. Asentí con la cabeza y dejó mi cintura para sujetar mi cara, besándome profundamente en la boca. El contacto de su lengua con la mía hizo que me olvidara de todo lo que había pasado. Seguía estando mal, pero técnicamente ya no hacía daño a nadie. Sólo éramos él y yo en una casa alejada del mundo.


Con delicadeza, me tumbó sobre el sofá, colocándose encima de mí mientras seguíamos unidos por la boca, y sus manos subían y bajaban por mis muslos. De repente su mano encontró algo en mi bolsillo.


-“¿Qué coño llevas ahÍ?“


Asqueroso sandwich.


Empecé a reírme como una loca mientras Robert me miraba atónito. Metió la mano en el bolsillo de mi chaqueta y sacó el pobre bocadillo, aplastado, chorreando mayonesa sobre la mano de Rob. Lo tiró hacia una esquina de la sala y acompañó mi risa con la suya. Parecíamos dos desquiciados, liberando la tensión acumulado de la segunda mejor manera que sabíamos. La primera, por supuesto, era el sexo. Cuando la risa cesó, volvió otra ronda de besos desenfrenados. Sus labios se apretaban contra los míos. Su lengua se enroscaba con la mía, dejándome saborearlo; tabaco y chocolate. Y en cuanto sus dientes mordisquearon mi labio inferior, se desató la pasión. En cuestión de segundas mi ropa era un montón en el suelo junto a la suya.


-“¿Quieres…“ - comenzó a decir Robert entre besos, con la voz entrecortada. - “¿… quieres hacerlo aquí o subimos a mi habitación?“


-“¿Te das cuenta de lo adolescente que suena eso?“


Robert me besó el cuello y sonrió, mordisqueando delicadamente mi piel. Lo tomó como un “quiero hacerlo aquí“. Sentí como su mano dejaba mi muslo para situarse entre mis piernas, acariciando suavemente con su dedo pulgar el centro. Jadeé contra su boca, dejando que su aliento entrecortado entrara de pleno en mi garganta. Levantó un poco la cabeza y me miró a los ojos, sonriendo de manera provocativa mordiéndose el labio.


-“Tu y yo hemos hecho de todo ya, ¿verdad?“


-“Ahaaa…“ - respondí como pude. Su voz, ronca y grave me mandó una oleada de placer inaguantable por todo mi cuerpo. Aceleró el ritmo de su mano, introduciendo un dedo en mi interior mientras seguía acariciándome con su pulgar.


-“Pues te equivocas…“ - me dijo dándome un beso en los labios, mientras cesaba el movimiento de su mano y retiraba su dedo de mí. Abrí los ojos y lo miré extrañada, pidiéndole con un quejido que no parara. Se levantó ligeramente y fue bajado la cabeza por mi pecho y abdomen, dándome pequeños besos y mordiscos por el camino. - “Todavía no te he explorado del todo.“


Oh.my.fucking.God.


Separó lo más que pudo mis muslos con sus manos y besó con delicadeza ambos, antes de dar un primer lengüetazo en mi entrepierna. Mis piernas temblaron con aquel primer y húmedo contacto, chocando mis muslos en su cabeza. Robert los mantuvo separados con más fuerza mientras su lengua y sus labios trabajaban. Y sus dientes. No pude evitar arquear la espalda cuando sus dientes agarraron mi clítoris mientras su lengua trazaba círculos sobre el. Separó la mano derecha de mi muslo para alcanzar mi mano, obligándome a agarrarle el pelo. El jodido paraíso. Solo hicieron dos pasadas de lengua más para que mi orgasmo invadiera mi cuerpo. Me retorcí, grité y le tiré del pelo tan fuerte que pensé que iba a dejarlo como un franciscano medieval. Levantó la cabeza, lamiéndose los labios y volvió a subir hasta mi cuello, rozándolo con la nariz.


-“Ahora estamos en paz.“ - me dijo, refiriéndose obviamente a nuestro numerito en mi ducha. Acaricié su pecho, todavía bizca por el placer, y bajé hasta el abdomen, jugueteando con las puntas de mis dedos en la hilera de vello que terminaba en lo que más ansiaba en ese momento. Estaba tan dura que podría usarlo como bate de béisbol. Subí y bajé la mano rítmicamente unos segundos, hasta que su mano se unió a la mía, apartándome. Abracé su cadera con mis piernas y me penetró fácilmente, dejando salir un profundo gemido en mi oreja.


-“Oh, dios…“ - dije jadeando en cuanto toda su longitud estuvo dentro de mí.


-“Háblame en español.“ - me dijo para mi sorpresa. Separó la mano que tenía sobre mi culo y pasó sus dedos sobre mis labios. -“¿Cómo se dice esto en español?“


-“Boca.“ - le contesté lentamente.


-“Boca.“ - repitió él jadeando. Dios, iba a matarme si seguía así. Y lo sabía, porque su mano se entrelazó con la mía y bajó hasta donde nuestros cuerpos estaban unidos, obligándome a acariciar su miembro mientras entraba y salía cada vez con más fuerza. - “¿Y esto?“


-“Polla.“


-“Polla.“ - volvió a contestar sonriendo. Me besó profundamente, lamiendo mis labios mientras empezaba a notar la tensión en mi abdomen, avisándome de que no me faltaba mucho. -“¿Y cómo se dice esto que estamos haciendo?“


Dios mío, si escuchaba de boca de Robert Pattinson esa palabra, iba a morirme de placer.


-“Fffffo…“ - comencé a decir, no muy segura de decirla o no. Quería seguir viva mañana. -“Ffffffffo…. follar.“ - Sus embestidas se volvieron más profundas, llevando su mano derecha a mi culo para elevar mis caderas. -“Fóllame, Robert.“


-“Fóllame, Lo“ - dijo jadeante mientras yo no podía más al escucharlo, y tenía el orgasmo más maravilloso de toda mi vida. Siguió repitiéndolo en mi oído mientras se corría con las últimas embestidas, más lentas y profundas. Apoyó su frente en mi cuello mientras nuestros cuerpos subían y bajaban rápidamente por la pesada respiración. Sentí como su sudor se pegaba a mi piel, y lo abracé con fuerza, notando su corazón a mil por hora latiendo sobre mí.


Cuando ya podíamos respirar con normalidad, levantó la cabeza y me miró a los ojos, retirándome el pelo que tenía pegado por el sudor a la frente. Me eché hacia un lado, colocándome sobre mi costado para dejarle sitio. Pasó su dedo índice por mi nariz y cerré los ojos, suspirando.


-“¿Cansada?“ - me preguntó mientras colocaba su brazo izquierdo sobre mí, frotándome el hombro.


-“Un poco… han sido muchas cosas hoy.“


-“¿Quieres hablar de ello?“ - me preguntó arrimándose más a mí y dándome un beso en la frente. Me encogí de hombros y me estremecí al empezar a sentir el frío una vez desaparecido el calor. Robert estiró el brazo y alcanzó una manta que había sobre el respaldo, tapándonos a los dos y arrimándome a él para rodearme con sus dos brazos mientras me frotaba la espalda.


Se lo conté todo; como Bobby había aparecido tres días antes de lo previsto para darme una sorpresa, como nos había pillado con la revista y como enseguida ató cabos. Me abrazó con fuerza mientras me escuchaba. Me preguntó si debería hablar con Bobby, pero no supe que contestarle. No sabía cuál era el protocolo para estos casos.


-“Así que…oficialmente ya no salís.“ - me dijo.


-“Oficialmente… no lo se. Supongo.“


-“Eso significa que ya no somos amantes… oficialmente.“ - me contestó, casi como un susurro en mi oído mientras seguía frotándome la espalda. Lo miré atónita y me apoyé sobre mi codo para mirarlo mejor. Seguía con su arrebatadora sonrisa post-coito en la cara.


-“Entonces, oficialmente, ¿qué somos?“


Rob se rió y apartó la manta, sentándose en el borde del sofá y agachándose para recoger su ropa. Se levantó y caminó desnudo hacia la cocina americana. Dejó su ropa sobre un taburete y sacó una botella de vodka de una repisa, dos vasos y los llenó de hielo. Volvió, todavía desnudo, caminando hacia mí con los vasos llenos de vodka en las manos y me ofreció uno.


-“Bebe, entrarás en calor.“


Lo cogí no muy convencida, mirándolo con una ceja arqueada. Se lo bebió de golpe, haciendo una mueca después y yo hice lo mismo. El alcohol cayó como una bomba en mi estómago vació y casi sentí que iba a vomitar allí mismo. Y cuando al cabo de pocos minutos, sentí calor en mi cuerpo, se lo agradecí. Se sentó a mi lado, desnudo por supuesto, y yo no pude evitar mirarlo de reojo. Se rió cuando se dio cuenta.


-“¿Vas a decirme de una vez de quién es esta casa?“